Recientementeun amigo me dijo algo que he escuchado decir a muchos padres “Mi hijo tiene dificultad con los cambios”.
Me contó acercade la batalla que tiene cada tarde cuando es hora de que su niño deje la computadora y se ponga a hacer los deberes de la escuela. Él le advierte diariamente a su hijo que solo tiene 10 minutos para apagar la computadoray empezar con sus deberes. Cuando el tiempo llega el niño ignora su orden diciéndole “Solo necesito terminar este nivel”. Cinco minutos después el padre vuelve a ordenarle que apague el monitor y es cuando el niño resiente la insistencia del padre y le grita “Déjame! Digo que me dejes!” Comienzan la pelea y los gritos y la computadora todavía está encendida.
Mi amigo también me relata las luchas para que el niño vaya a la escuela o se siente a la mesa a cenar “Cualquier cambio de una cosa a otra es todo un drama” me dice con gesto cansado.
Entonces le contesto, “Está claro que tu hijo tiene dificultad para cambiarse de los video juegos a los deberes de la escuela y de ver tv en la mañana a alistarse para la escuela, pero, ¿que hay sobre lo opuesto? ¿También tiene dificultad para cambiar de los deberes a los juegos o de salir de la escuela para ir a la casa?
“No, nunca nada de eso es un problema” me responde
“Entonces tu hijo no tiene problemas con los cambios, tu eres el que tiene problemas logrando que tu hijo haga cosas que no quiere hacer”
Mi amigo se ríe y me dice “Si, tienes razón!”
Si el hijo de mi amigo tuviera realmente problema con los cambios, eso significa que le es difícil cambiar de cualquier actividad a otra, es decir, de algo que le gusta a algo que no le gusta y viceversa. Pero si no tiene dificultad de hacer el cambio de algo que no le gusta a su actividad favorita, está claro que su problema no son los cambios.
Su problema es hacer lo que no le gusta.
Al usar la frase “dificultad con los cambios” concluimos que eso es un comportamiento normal y sano.
En realidad, el niño no tiene ningún problema, es el adultoel que tiene dificultad de lograr que el niño haga lo que no quiere hacer, así de claro y simple.
Al decir que el niño tiene “dificultad con los cambios” estamos ya concluyendoque “no podemos lograr que el niño haga lo que no quiere” y en consecuencia esto se convierte en “el niño no tiene la habilidad de procesar el cambio de una actividad a otra”
Para ser justos, existe un porcentaje pequeño de niños con dificultad a los cambios, sean estos para una actividad favorita u otra que no les gusta, pero hoy en día son excepciones raras. Inicialmente, el término “dificultad con los cambios” se usaba para describir a los niños que eran obsesivos enfocándose en la actividadfrente a ellos y que carecían de habilidad (o les era muy difícil) desengancharse de una actividad y empezar otra. Niños con un autismo moderado o severo están en estos casos donde cualquier cambio les es difícil, sea sobre algo que les guste o no.
Esta conclusión errada sobre “dificultad con los cambios” para explicar la conducta de niños sanos y normales no es solamente de parte de los padres, sino también entre educadores y profesionales de la salud mental.
Sea en la escuela o en el hogar, confundir un comportamiento voluntarioso con un desorden sicológico o inhabilidad puede causar serios problemas. Cuando un adulto le atribuye a una conducta una inhabilidad, la respuesta natural es dar mayores explicaciones para ayudar lo que se asume es el problema. En cualquiera de los casos el resultado en una real desconexión entre el adulto y el niño. El adulto está asumiendo causas que no están ahí y en consecuencia tiene menos posibilidad de solucionar el problema real.
Adicionalmente, una sombra en la relación entre el niño y el adulto empieza a desarrollarse. El adulto asume una inhabilidad que no existe y el niño aprende que alentando este error evitará hacer cosas que no quiere y fingirá tener aún menos habilidad. El adulto se sentirá más frustrado por no tener respuesta a sus indicaciones yasí el círculo se alimenta por sí mismo.
Si todos tomamos conciencia y los padres y maestros unen esfuerzos para ir en contra de la cultura de diagnosticar a los niños, si nos movemos hacia relaciones más sanas y honestas con ellos; el primer paso es asumir que nuestros hijos son capaces de mucho más de lo que creemos. Solo entonces podremos tomar la responsabilidad de lidiar frontalmente con los poderosos niños que hemos criadocon tanto trabajo.